La indiferencia también mata en el VRAE
Lo ocurrido con el padre del SO César Vilca es sólo una muestra de lo irreal, insensible y atarantado que puede ser nuestro país en materia de derechos humanos y de prioridades gubernamentales. Que el padre del policía fallecido en el VRAE haya tenido que llegar a Kiteni en un taxi con el cadáver de su hijo muestra lo inútil que puede resultar el liderazgo de oficina.
Un liderazgo de oficina que ha apañado en todas las formas posibles el abandono de jóvenes policías a merced de terroristas que desde hace varios gobiernos se creía erróneamente derrotados.
Un liderazgo que califica de impecable un rescate que ya nos tiene varioa muertos y que fue usado para alimentar un ego palaciego que creimos, idiotamente, desaparecido desde el 28 de julio de 2011.
Hoy nos acercamos a una realidad donde Vilca hubiese pasado a la extensa estadística de desaparecidos durnte la lucha contra esta lacra llamada terrorismo. Y no ha pasado a la estadística ni el ni su compañero Astuquillca, por el simple hecho de que por sus propios medios han vuelto a esta realidad, lastimosamente ya sin vida uno de ellos pero rescatado por loa cojones que da el amor de padre por un hijo, un padre que sabe no contará con su gobierno ni los jefes de su vástago fallecido para traerlo de vuelta.
Unos jefes que al verse abarrotados por las balas enemigas decidieron dar la vuelta al helicóptero y dejar a su suerte a suboficiales que llegaron a la zona sin la preparación adecuada y menos aún sin responder a una mínima estrategia de combate para enfrentar a terroristas que conocen la zona mejor que la inteligencia del Ejército y la Policía.
Mientras escribo esta nota, el señor Vilca debe estar llorando la muerte de su hijo, mientras que su corazón se siente satisfecho por la promesa que hizo "iré a buscar a mi hijo así me maten", pero debe estar más que contrariado pensando que cuando más necesitaba a los jefes de César, estos estaban inventando mil y una excusas para tratar de explicar porque una operación "impecable" se fue yendo derechito al demonio, mientras que "Gabriel" se jactaba de haber matado a los policías.
Mientras el señor Vilca prepara los trámites para traer de vuelta a su hijo, tirado en una morgue, los ayayeros del gobierno nos dirán a quienes nos quejamos y reclamamos por un poco de decencia en las cabezas visibles, que somos unos desestabilizadores, unos (¿cómo era?, ah sí ya recuerdo) seudoperiodistas que sólo quieren desarmar al gobierno de "la gran transformación".
Mientras el señor Vilca, evade las preguntas sibilinas y tendenciosas de los reporteros que buscan la lágrima precisa y el dolor certero, me pregunto si el señor Freddy Otárola, afanoso líder de las movidas nacionalistas para interpelar ministros apristas, tendrá el coraje necesario para pedir la interpelación o la salida de su hermano, el ministro de Defensa quien prefiere pasar sus días maquinando peritajes para defender a esbirros que cumplieron las órdenes de otro esbirro mayor durante el fujimorato, en vez de chambear con el ministro del Interior para traer de vuelta a los suboficiales perdidos y acabar con la lacra del senderismo en el VRAE.
Y mientras el señor Vilca, se prepara para de seguro afrontar juzgamientos públicos, el titular del Interior Daniel Lozada esgrime balbuceantes excusas que no hacen más que aumentar la indignación y la vergüenza de ver que hace muchas gestiones no se puede poner a un ministro, al menos, aceptable en esa cartera.
Es indignante que estemos viendo esto, que se siga ofreciendo vidas jóvenes a cambio de un abandono y desinterés total por parte de las autoridades y de sus ayayeros que ahora saldrán con mil y una excusas, y dejarán pasar por el desagüe la poca consecuencia que aún les quedaba, o a lo mejor no.